Feria del Libro 2022 Segunda Parte
FRAGMENTOS DE “HAITÍ: VIVENCIAS EN UN
MUNDO OLVIDADO"
Quiero compartir con ustedes aquel
tiempo que permanecí en Haití, evocando la memoria de esos hombres sin igual,
de esos niños y niñas nacidos en los confines del occidente, de esas mujeres incansables,
que aún viven en mi memoria. Haití, tierra olvidada, llena de conflictos, donde
un día llegué.
Les cuento que antes de partir a Haití tenía 30 años,
entrenaba en un equipo de primera división de rugby, estaba por terminar mi
tesis de post grado en la facultad de medicina, estaba a punto de casarme y me
había mudado a Chamical en la provincia de La Rioja.
El post grado lo hacía en Buenos Aires, mi novia también
vivía en Buenos Aires y me casaría en Chañar Viejo un pueblito al norte de
Córdoba donde vivía mi familia, a días del casamiento recibí la aceptación como
integrante de la MINUSTAH, una organización creada por el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas cuya misión era la prevención de la paz, éramos los
llamados cascos azules.
Formaría parte del Hospital Militar Reubicable,
por lo cual debía preparar un examen de inglés, además de cumplimentar exámenes
médicos de rigor, las diversas vacunas (más de diez, si mal no recuerdo).
Exámenes, vacunas, trámites de todo tipo, seguros, teléfono,
examen prenupcial, curso prematrimonial, visa, pasaporte, declaraciones
juradas, pagos, tarjetas y viajes entre Chamical, Córdoba, Buenos Aires y
viceversa.
Ah, sin olvidarme de los costos telefónicos que si era
atendido por una operadora virtual que dice: marque uno, marque dos, marque…,
para terminar disculpándose y sin cargo de conciencia me decía “todos nuestros
operadores se encuentran ocupados, por favor intente más tarde”.
En aquellos vertiginosos días de julio de 2007 me casé en el
pueblito de Chañar Viejo y volví a Buenos Aires al Centro Argentino de
Entrenamiento Conjunto para Operaciones de Paz en Campo de Mayo, donde conocí a
los compañeros de la Unidad con quienes compartiría 6 meses de mi vida en aquel
país.
Toda esa gente eran de las más diversas procedencias
geográficas, de diversas situaciones familiares, de diferentes edades, pero
todas con un mismo objetivo, donde compartiríamos misiones, riesgos, alegrías,
tristezas, carencias, distensiones, secretos y estados de ánimos de los más
diversos.
Por fin llegó el día de partir a destino, eran las cinco de
la mañana y Campo de Mayo estaba inusualmente cubierto de nieve. Me despedí de
quien solo unos días atrás se había convertido en mi esposa, no nos volveríamos
a ver sino hasta dentro de seis meses.
La temperatura era baja, en Argentina estábamos en invierno y
yo tenía poco abrigo, sabía que en Haití las temperaturas eran muy altas y que
cuando regresara a casa sería verano.
Embarcamos, el viaje fue largo, pero no interminable como el de
regreso. Nuestros celulares no volverían a funcionar sino hasta dentro de seis meses, sucede que las empresas
argentinas no tienen cobertura en Haití.
Al fin vimos luces en tierra, ya no volábamos sobre el mar,
el golpe en tierra fue seco y realmente sorpresivo, éste, nos introducía sin
antesalas en la realidad de esa tierra desamparada, en la oscuridad de su noche
misteriosa y nostálgica, esa nostalgia de la nada, pues allí no hay nada, nada
de lo que acostumbramos a tener en nuestros hogares, en nuestra ciudad, en
nuestro pueblo.
Nubes de ansiosos mosquitos nos dieron la bienvenida, y con
ellos las enfermedades del dengue, la malaria y otras más. Mi destino era
Puerto Príncipe, por integrar la unidad sanitaria, agradeciendo en silencio mi
suerte.
Haití es una Isla ubicada en América Central, en 2007 la
población haitiana era de unos 8.700.000 habitantes. La historia de esta Nación
será recordada en el mundo entero por haber sentado un precedente definitivo
para el fin de la esclavitud, sin embargo, es uno de los países más pobre de la
tierra.
Tormentas, ciclones, huracanes, sismos, han azotado la Isla,
dejándola sin viviendas, sin alimentos y sin agua, con pérdidas de vidas y con
un alto número de niños y niñas huérfanos, el 70% de los habitantes viven en la
pobreza.
En este lugar las extremas condiciones de pobreza, sí, que
provocaban lástima por esta gente, tan golpeada, tan castigada, entregada, sin
esperanza. Tuve la responsabilidad de organizar varias misiones de asistencia
humanitaria a víctimas de inundaciones, a orfanatos y a poblaciones rurales,
repartiendo alimentos, agua, juguetes y algunos libros escolares.
El país de Haití, no deja de parecerme oscuro, atemporal,
mítico. A veces Haití daba la impresión de ser una noche constante, eterna,
impenetrable, donde la luz solo venía esporádicamente a alterar su esencia
indescifrable y olvidada, así fue mi misión en ese mundo olvidado. Cuando dejé
Haití dejé una parte mía allí.
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